martes, 9 de octubre de 2012

Pablo Rotchen se pone la camiseta de los Pueb­los Orig­i­nar­ios: "Mi abuela me decía: 'no digas que sos indio'"

 FUERA DE JUEGO
"Mi abuela me decía: 'No digas que sos indio"
Pablo Rotchen, descendiente de la cultura Huarpe.Pablo Rotchen, descendiente de la cultura Huarpe.
Pablo Rotchen, ex defensor de Independiente y actual ayudante de campo de Garnero en Banfield, contó que cómo es ser descendiente de indios y el consejo que le daba la nona para para evitar cargadas.
"Esta sociedad es muy discriminatoria". Esa fue, quizás, una de las razones más importantes que tuvo su abuela para aconsejarle que oculte sus raíces. Pablo Rotchen, ex defensor de Independiente, Selección, Espanyol de Barcelona, Monterrey de México y de la Selección argentina, contó que su abuela le dijo: "No digas que sos indio".

"Ella lo vivió de otro modo, no quería decirlo para que no la cargaran. Es una cuestión de personalidades. Le agradecí que me lo haya dicho; me hice cargo. Dicen que cada vez somos menos, pero cada vez somos más. Hay muchos jugadores que son descendientes de originarios que no se reconocen, o no saben o no les interesa. Más con este cutis", declaró el ayudante de campo de Daniel Garnero en Banfield en la revista Nos Digital.

El Morrón contó que su abuela "era de San Juan y ya murió. Era descendiente de la cultura Huarpe. Cuando estuve en San Martín estuve con mis parientes huarpes". "Yo tengo sangre originaria mezcla con mi padre que es ucraniano-polaco, ahí tengo el mestizaje", reconoció Rotchen, quien desde su época de jugador colabora con el Encuentro Nacional de Organizaciones Territoriales de Pueblos Originarios (ENOTPO) para lograr la visibilización de los más de 30 pueblos originarios de la Argentina.

“Me hice cargo, me hago cargo. Dicen que cada vez somos menos, pero cada vez somos más. Hay muchos jugadores que son descen­di­entes de orig­i­nar­ios que no se recono­cen, o no saben o no les interesa”.


Pablo Rotchen se pone la camiseta de los Pueb­los Orig­i­nar­ios. Es descen­di­ente de Huarpes, y lo lleva con orgullo: “Me hice cargo, me hago cargo. Dicen que cada vez somos menos, pero cada vez somos más. Hay muchos jugadores que son descen­di­entes de orig­i­nar­ios que no se recono­cen, o no saben o no les interesa”. Al ex defen­sor de Inde­pen­di­ente lo “vuel­ven loco los libros” y ahora como ayu­dante de campo en Ban­field va des­cubriendo la tec­nología, pero igual recoge la enseñan­zas del Flaco Menotti para analizar el fút­bol de hoy: “el mayor déficit es que no le dan la pelota al com­pañero”.
Petrona Suárez no pudo des­pedirse de su nieto. Él estaba tra­ba­jando en España –justo en España– cuando ella murió. Petrona era descen­di­ente de Huarpes, un pueblo indí­gena de Cuyo que como casi todos los pueb­los orig­i­nar­ios de América se fue extin­guiendo a causa de la cruz y la espada española. Su nieto es Pablo Rotchen, ex defen­sor de Inde­pen­di­ente, la Selec­ción, Espanyol de Barcelona, Mon­ter­rey de Méx­ico y actual ayu­dante de campo de Daniel Gar­nero en Ban­field. Él, entonces, tam­bién es descen­di­ente de los primeros pobladores de estas tier­ras, y eso lo dice con el mismo orgullo que le da haber jugado una Copa América para argentina. “Yo tengo san­gre orig­i­naria. Dicen que cada vez somos menos, pero cada vez somos más. Hay muchos jugadores que son descen­di­entes de orig­i­nar­ios que no se recono­cen, o no saben, o no les interesa. Más con este cutis”, dice Rotchen, que desde su época de fut­bolista que tra­baja junto al Encuen­tro Nacional de Orga­ni­za­ciones Ter­ri­to­ri­ales de Pueb­los Orig­i­nar­ios (ENOTPO) para lograr la vis­i­bi­lización de los más de treinta pueb­los que habi­tan el país.
-¿Cómo te surgió la inqui­etud de meterte a tra­ba­jar por la vis­i­bi­lización de los pueb­los orig­nar­ios?
–Mi abuela, que era de San Juan y ya murió, era de la cul­tura Huarpe, era descen­di­ente. Cuando estuve en San Martín estuve con mis pari­entes huarpes. Yo tengo san­gre orig­i­naria mez­cla con mi padre que es ucraniano-​polaco, ahí tengo el mes­ti­zaje. Mi abuela me decía: “no digas que sos indio”. Sin saber eso, yo ya estaba metido igual en esto porque mi esposa escuchó en la Rock and Pop que existía esta movida por la vis­i­bi­lización. Eran reuniones en Martínez. Yo la llev­aba en auto desde Quilmes hasta allá y pres­en­ciaba las reuniones de dos, tres horas. En un momento me di cuenta de que quería par­tic­i­par. Desde mi lugar, como fut­bolista, me pusieron en prensa y difusión, porque ser un jugador de fút­bol me posi­bil­itaba con­seguir notas, dona­ciones. Siem­pre con el con­senso de los Wichis de Salta, que era con los que tra­ba­jamos en ese momento. Se hacían talleres de capac­itación artís­tica y lab­o­ral. Ellos nos enseña­ban a cazar y pescar, a las mujeres a hilar, hacer arte­sanías, por ejem­plo. Y vos le enseñabas a mane­jar una cámara de video o hacer insta­la­ciones eléc­tri­cas. Estaba bueno.
-¿Por qué tu abuela te pedía que no dijeras que sos indio?
–Viste cómo es la sociedad. Es muy dis­crim­i­na­to­ria. Ella lo vivió de otro modo, no quería decirlo para que no la car­garan. Es una cuestión de per­son­al­i­dades. Le agradecí que me lo haya dicho. Me hice cargo, me hago cargo. Dicen que cada vez somos menos, pero cada vez somos más. Hay muchos jugadores que son descen­di­entes de orig­i­nar­ios que no se recono­cen, o no saben o no les interesa. Más con este cutis.
-¿Y a vos te cam­bió algo saber que tenías san­gre orig­i­naria?
–Me cam­bia mucho la his­to­ria. A nosotros nos enseñaron que los indios son los malos, que vienen en malón, con las plumas como en las pelícu­las amer­i­canas. Pero des­cubrí todo lo que sufrieron esos pueb­los que fueron arrasa­dos por com­pleto, dester­ra­dos de sus lugares. Yo vivo en Quilmes, imag­i­nate. La his­to­ria de los Indios Quilmes que los redu­jeron y los tra­jeron cam­i­nando desde el Norte hasta Quilmes para sacar­los de la mon­taña, donde eran fuertes. Saber esas cosas te hace cam­biar la cabeza. Ahora está cam­biando la edu­cación de nue­stros hijos tam­bién, ya no les dicen que Colón des­cubrió América, porque acá ya vivía gente. La ver­dadera his­to­ria se va cono­ciendo.
-¿Y qué laburo hacés vos en el ENOTPO?
–Hasta antes de meterme acá a Ban­field estuve al pie del cañón con la orga­ni­zación. Pero esto me lleva mucho tiempo. Se orga­ni­zan par­tidos para vis­i­bi­lizar la cul­tura y a veces no puedo porque son lejos, pero siem­pre trato de dar una mano. Cuando era jugador estaba más involu­crado, par­tic­i­paba en las reuniones, iba a pedirle sub­sidios a Pacho O´Donnell porque era sec­re­tario de Cul­tura. Cuando me fui a España se dis­olvió la ONG. Al regre­sar de Méx­ico me junté con Wal­ter Bar­raza, el que era pres­i­dente de la escuela de téc­nico cuando hice el curso, que es orig­i­nario de San­ti­ago del Estero. Empezamos a tra­ba­jar en con­junto para vis­i­bi­lizar la cuestión, tratar de con­seguir cosas y que se respe­ten los dere­chos de los aborígenes.

Pablo Rotchen nos cuenta su his­to­ria con cierta agitación en la res­piración. No porque ande con­movido, porque eso es algo que ya asumió hace tiempo, sino porque acaba de ter­mi­nar el par­tido recre­ativo que hace el plantel de Ban­field todos los viernes bajo el sol del pre­dio de Luis Guil­lón. Después de seguir todo el entre­namiento de pelota parada con una car­peta en la mano para ordenar a cada jugador su posi­ción, se sumó junto con Gus­tavo Cam­pag­nulo, Andrés San Martín y los pro­fes al ful­bito que se arma el día pre­vio al par­tido para dis­ten­der un poco los ánimos.
 
-¿Qué hace un ayu­dante de campo?
–Estoy encar­gado de facil­i­tarle las cosas al entre­nador. Tengo que tratar de infor­mar sobre el rival, más que nada. Yo soy edi­tor tam­bién, estudié edi­ción de video, entonces con­sigo los videos del rival, hago los resúmenes de nue­stros par­tidos y anal­izamos los últi­mos tres par­tidos del rival. Hace­mos un com­pli­ado de 20 ó 30 min­u­tos, además de los power point para la charla téc­nica. Es eso y la orga­ni­zación de la sem­ana, los entre­namien­tos, si subi­mos algún chico de Infe­ri­ores para los tra­ba­jos. Labu­ramos para que el entre­nador tenga la cabeza más despe­jada à la hora de armar el equipo.
-¿Siem­pre te gustó lo de los videos o lo hiciste por necesi­dad?
–Ya formaba parte del cuerpo téc­nico con Dani y veía que la gente que nos editaba a veces cortaba jugadas que nos hubiera gus­tado saber cómo ter­mina­ban, o hubiera sido nece­sario que arran­quen un poquito antes. Soy inqui­eto, en gen­eral, entonces me metí a hacer el curso de edi­ción, que ahora estoy actu­al­izando porque esto se mod­ern­iza muy rápido y yo me había quedado con el pro­grama viejo.
–Cada vez está más metida la tec­nología.
–Se ve mucho. Se le da mucha infor­ma­ción al jugador. Nosotros, acá en Ban­field, armamos una página de Gmail donde subi­mos los horar­ios de entre­namiento, la lista de con­cen­tra­dos, el resumen del rival. Nosotros lo vemos antes de hacer fút­bol pero por si alguno de los mucha­chos lo quiere volver a ver lo ponemos en la página de Inter­net. Le damos todas las her­ramien­tas como para que ellos sepan con quién jue­gan. Les gusta, eh, prestan aten­ción, abren grande los ojos. Después à la hora del par­tido vos tenés que tomar las deci­siones ráp­i­das, pero si tenés de ante­mano la idea de qué tenés que hacer es impor­tante.

–A mí me dijeron que este era un cuerpo téc­nico menot­tista pero veo que están a full con los videos.
–Con el Flaco veíamos videos, eh. Me acuerdo alguna vez que hemos visto, pero veíamos par­tidos enteros. Se hacía abur­rido, cansador, difí­cil de prestar aten­ción. Ahora resum­i­mos tres par­tidos en 25 min­u­tos, que es lo que puede aten­der el jugador y lo vuelve más pro­duc­tivo. El Flaco me marcó. De vez en cuando lo sigo viendo, en la man­era de ver el fút­bol me cam­bió. Se sentaba en el borde de la mesa, te empez­aba a hablar y querías salir a com­erte la can­cha. Brin­disi tam­bién me marcó mucho, me hizo cono­cer el fút­bol español. En Espanyol tuve a Paco Flo­res. De todos uno saca lo bueno y lo malo, que tam­bién te sirve aunque reniegue y se pone mal en el momento ter­mina deján­dote una enseñanza.
–Algunos entre­nadores dicen que al estar todo tan estu­di­ado, por la tele­visión, los videos y la tec­nología, los par­tidos salen abur­ri­dos.
–Es una cuestión de veloci­dades, me parece. Encon­trar pre­cisión en veloci­dad es difí­cil, y ahora se juega muy rápido. Pero el mayor déficit es que no se la damos al com­pañero. Si vos se la empezás a dar, van a apare­cer los espa­cios y ahí el equipo empieza a jugar bien. No creo que sea por la tec­nología, aunque si conocés al con­trario podés antic­i­parte a un mon­tón de cosas y por ahí el par­tido lo plantean dis­tinto los rivales.
-¿Y cómo es lo de ser ayu­dante? ¿Cuándo te reti­raste ya sabías que querías hacer esto o se fue dando?
–Estuve un par de años viendo qué hacer. Estudié para mar­tillero público, hice un año de car­rera. Después, con los tiem­pos se me fue com­pli­cando, lo dejé. Empecé a tra­ba­jar en la escuelita de Inde­pen­di­ente, la de Boy­acá. Estaba encar­gado del fút­bol infan­til de ahí. Estuve seis meses, dirigía siete cat­e­gorías. Pero me sat­uró, decidí dejar. Como mis hijos van à la misma escuela que los de Dani siem­pre seguimos en con­tacto y ahí me invitó a sumarme al proyecto de él, que arran­caba en Arse­nal. Me gusta esto eh, estar en una can­cha, estar en los detalles.
-¿Te sat­uraste de qué?
–Me pasaba los sába­dos todo el día dirigiendo siete par­tidos segui­dos. Ter­minaba muy tarde, con­tando camise­tas en un ves­tu­ario, solo, con dolores de cabeza. Una mamá de los chicos, el primer día, me dijo: “te vas a cansar”. Tenía razón. Pero fue una expe­ri­en­cia muy linda. Cuando volví después de un tiempo, me reci­bieron con mucho car­iño y eso es impagable.
-¿A esa edad ya se ven las pre­siones?
–Se ve ahí la locura. Algunos chicos me con­ta­ban que los padres los pre­sion­a­ban mucho. Yo si veía alguno que and­aba angus­ti­ado le decía: si la primera que agar­rás no tirás un caño, te saco. Trataba de que se divier­tan, esta­ban en edad de eso. Una vez sola no puse un chico porque me agarró el espíritu del resul­tado. Y esa noche no pude dormir. Le dije al nene que no iba a entrar porque el equipo estaba bien, y después me sentí tan mal. A esa edad los chicos se tienen que diver­tir, no hay que perder el foco de lo que se está haciendo que es formar.
–Desde jugador que se te dis­tin­guía por ser un tipo tran­quilo, que no se comía eso de la pre­sión.
–Yo jugaba como si estu­viera en el bar­rio. Después, con los años, me dí cuenta que estaba jugando por la plata de mis com­pañeros, por el pres­ti­gio y todo eso. Pero yo jugaba así, no me daba cuenta. Por suerte tengo una gran familia que me deja desar­rol­larme muy bien en mi tra­bajo. Estuve un año en San Juan y nunca me hicieron sen­tir lo que nos extrañábamos. Eso es importante.
–Y viviste en Barcelona, tam­bién. ¿Cómo fue eso?
–Un placer, una ciu­dad donde todo se te facilita, donde cualquiera quer­ría vivir. El primer mundo real, no el que nos querían hacer creer. Porque me acuerdo que en esa época estaba Mén­dez acá –se refiere a Car­los Saúl, pres­i­dente entre 19891999– y decía que esto era el primer mundo. Pero si vos querés tener buena salud y buena edu­cación acá la tenés que pagar. Las cosas no te vuel­ven del mismo modo que uno con­tribuye al país.
–Además en lo deportivo tam­bién era primer mundo.
–Sí, yo no me daba cuenta. Pero tuve una suerte bár­bara. El otro día uno de los chicos me pre­guntó cuán­tos goles hice en Primera. Pocos, le dije, pero algunos valieron por var­ios: le metí un gol al Real Madrid en el Bern­abeú. No me creía, porque no conocía mi pasado ni que había jugado en Espanyol. Pero esas cosas me van a quedar para todo la vida. Jugué Copa América, Panamer­i­cano, Copa Rey Fahd.
-¿Y qué enseñan­zas te dejaron esos priv­i­le­gios que te dio la pelota?
–A mí me vuel­ven loco los libros. Cuando estuve ahí, o cuando vis­ito, no dejo de pasar por las libr­erías y los lugares históri­cos. Cuanto uno más conoce, mejor. Esas viven­cias hoy las puedo trans­mi­tir acá en el plantel, o a mis hijos.
-¿Cómo nace esa inqui­etud por la lec­tura?
–Con el fút­bol, cuando empezás a via­jar, empezás a leer. De chico sólo lo hacía para estu­diar. Hoy mis may­ores gas­tos son en libros y música. Mis hijos, por suerte, gra­cias a mi esposa tam­bién leen mucho. No tienen tele en la habitación ni en la cocina ni en el come­dor. Entonces cuando se van a dormir es con un libro, y eso ayuda a su educación.
-¿Qué leés?
–Ahora estoy leyendo una biografía de Abra­ham Lin­coln. Trato de mechar, pero me gus­tan mucho las biografías. Tengo de todo, según las épocas. Isabel Allende me gusta mucho también.
-¿Por qué nos sor­prende que un fut­bolista lea?
–No se. Creo que se engan­chan más con la tec­nología, acá los veo con el i-​Pad, los jue­gui­tos. Cuando veo que hay algo que le puede lla­mar la aten­ción a algún jugador le digo, mirá, fijate esto que leí en tal lado. Hay un libro que quiero con­seguir que recomendó Guardi­ola, de David Trueba, Saber perder. Pero acá los chicos no se copan mucho. Ten­emos pocos via­jes además. En San Juan, por ejem­plo, había más via­jes en micros y tratábamos de aprovecharlo más.
–En San Martín cuen­tan que el día que jugaron la Pro­mo­ción con Gim­na­sia iban todos nerviosos en el micro y vos estabas leyendo, en la tuya.
–Sí. Me gusta ais­larme antes y después del par­tido, tener la cabeza en otro lado. Me cuesta un rato, pero trato de des­ench­u­farme, de rela­jar. Se vive demasi­ado inten­sa­mente todo esto, los tiem­pos sobre bravos, las exi­gen­cias son muchísimas.
Pablo Rotchen se pone la camiseta de los Pueblos Originarios. Es descendiente de Huarpes, y lo lleva con orgullo: “Me hice cargo, me hago cargo. Dicen que cada vez somos menos, pero cada vez somos más. Hay muchos jugadores que son descendientes de originarios que no se reconocen, o no saben o no les interesa”. Al ex defensor de Independiente lo “vuelven loco los libros” y ahora como ayudante de campo en Banfield va descubriendo la tecnología, pero igual recoge la enseñanzas del Flaco Menotti para analizar el fútbol de hoy: “el mayor déficit es que no le dan la pelota al compañero”.

Petrona Suárez no pudo despedirse de su nieto. Él estaba trabajando en España -justo en España- cuando ella murió. Petrona era descendiente de Huarpes, un pueblo indígena de Cuyo que como casi todos los pueblos originarios de América se fue extinguiendo a causa de la cruz y la espada española. Su nieto es Pablo Rotchen, ex defensor de Independiente, la Selección, Espanyol de Barcelona, Monterrey de México y actual ayudante de campo de Daniel Garnero en Banfield. Él, entonces, también es descendiente de los primeros pobladores de estas tierras, y eso lo dice con el mismo orgullo que le da haber jugado una Copa América para argentina. “Yo tengo sangre originaria. Dicen que cada vez somos menos, pero cada vez somos más. Hay muchos jugadores que son descendientes de originarios que no se reconocen, o no saben, o no les interesa. Más con este cutis”, dice Rotchen, que desde su época de futbolista que trabaja junto al Encuentro Nacional de Organizaciones Territoriales de Pueblos Originarios (ENOTPO) para lograr la visibilización de los más de treinta pueblos que habitan el país.
-¿Cómo te surgió la inquietud de meterte a trabajar por la visibilización de los pueblos orignarios?
-Mi abuela, que era de San Juan y ya murió, era de la cultura Huarpe, era descendiente. Cuando estuve en San Martín estuve con mis parientes huarpes. Yo tengo sangre originaria mezcla con mi padre que es ucraniano-polaco, ahí tengo el mestizaje. Mi abuela me decía: “no digas que sos indio”. Sin saber eso, yo ya estaba metido igual en esto porque mi esposa escuchó en la Rock and Pop que existía esta movida por la visibilización. Eran reuniones en Martínez. Yo la llevaba en auto desde Quilmes hasta allá y presenciaba las reuniones de dos, tres horas. En un momento me di cuenta de que quería participar. Desde mi lugar, como futbolista, me pusieron en prensa y difusión, porque ser un jugador de fútbol me posibilitaba conseguir notas, donaciones. Siempre con el consenso de los Wichis de Salta, que era con los que trabajamos en ese momento. Se hacían talleres de capacitación artística y laboral. Ellos nos enseñaban a cazar y pescar, a las mujeres a hilar, hacer artesanías, por ejemplo. Y vos le enseñabas a manejar una cámara de video o hacer instalaciones eléctricas. Estaba bueno.
-¿Por qué tu abuela te pedía que no dijeras que sos indio?
-Viste cómo es la sociedad. Es muy discriminatoria. Ella lo vivió de otro modo, no quería decirlo para que no la cargaran. Es una cuestión de personalidades. Le agradecí que me lo haya dicho. Me hice cargo, me hago cargo. Dicen que cada vez somos menos, pero cada vez somos más. Hay muchos jugadores que son descendientes de originarios que no se reconocen, o no saben o no les interesa. Más con este cutis.
-¿Y a vos te cambió algo saber que tenías sangre originaria?
-Me cambia mucho la historia. A nosotros nos enseñaron que los indios son los malos, que vienen en malón, con las plumas como en las películas americanas. Pero descubrí todo lo que sufrieron esos pueblos que fueron arrasados por completo, desterrados de sus lugares. Yo vivo en Quilmes, imaginate. La historia de los Indios Quilmes que los redujeron y los trajeron caminando desde el Norte hasta Quilmes para sacarlos de la montaña, donde eran fuertes. Saber esas cosas te hace cambiar la cabeza. Ahora está cambiando la educación de nuestros hijos también, ya no les dicen que Colón descubrió América, porque acá ya vivía gente. La verdadera historia se va conociendo.
-¿Y qué laburo hacés vos en el ENOTPO?
-Hasta antes de meterme acá a Banfield estuve al pie del cañón con la organización. Pero esto me lleva mucho tiempo. Se organizan partidos para visibilizar la cultura y a veces no puedo porque son lejos, pero siempre trato de dar una mano. Cuando era jugador estaba más involucrado, participaba en las reuniones, iba a pedirle subsidios a Pacho O´Donnell porque era secretario de Cultura. Cuando me fui a España se disolvió la ONG. Al regresar de México me junté con Walter Barraza, el que era presidente de la escuela de técnico cuando hice el curso, que es originario de Santiago del Estero. Empezamos a trabajar en conjunto para visibilizar la cuestión, tratar de conseguir cosas y que se respeten los derechos de los aborígenes.
Pablo Rotchen nos cuenta su historia con cierta agitación en la respiración. No porque ande conmovido, porque eso es algo que ya asumió hace tiempo, sino porque acaba de terminar el partido recreativo que hace el plantel de Banfield todos los viernes bajo el sol del predio de Luis Guillón. Después de seguir todo el entrenamiento de pelota parada con una carpeta en la mano para ordenar a cada jugador su posición, se sumó junto con Gustavo Campagnulo, Andrés San Martín y los profes al fulbito que se arma el día previo al partido para distender un poco los ánimos.
-¿Qué hace un ayudante de campo?
-Estoy encargado de facilitarle las cosas al entrenador. Tengo que tratar de informar sobre el rival, más que nada. Yo soy editor también, estudié edición de video, entonces consigo los videos del rival, hago los resúmenes de nuestros partidos y analizamos los últimos tres partidos del rival. Hacemos un compliado de 20 ó 30 minutos, además de los power point para la charla técnica. Es eso y la organización de la semana, los entrenamientos, si subimos algún chico de Inferiores para los trabajos. Laburamos para que el entrenador tenga la cabeza más despejada a la hora de armar el equipo.
-¿Siempre te gustó lo de los videos o lo hiciste por necesidad?
-Ya formaba parte del cuerpo técnico con Dani y veía que la gente que nos editaba a veces cortaba jugadas que nos hubiera gustado saber cómo terminaban, o hubiera sido necesario que arranquen un poquito antes. Soy inquieto, en general, entonces me metí a hacer el curso de edición, que ahora estoy actualizando porque esto se moderniza muy rápido y yo me había quedado con el programa viejo.
-Cada vez está más metida la tecnología.
-Se ve mucho. Se le da mucha información al jugador. Nosotros, acá en Banfield, armamos una página de Gmail donde subimos los horarios de entrenamiento, la lista de concentrados, el resumen del rival. Nosotros lo vemos antes de hacer fútbol pero por si alguno de los muchachos lo quiere volver a ver lo ponemos en la página de Internet. Le damos todas las herramientas como para que ellos sepan con quién juegan. Les gusta, eh, prestan atención, abren grande los ojos. Después a la hora del partido vos tenés que tomar las decisiones rápidas, pero si tenés de antemano la idea de qué tenés que hacer es importante.

-A mí me dijeron que este era un cuerpo técnico menottista pero veo que están a full con los videos.
-Con el Flaco veíamos videos, eh. Me acuerdo alguna vez que hemos visto, pero veíamos partidos enteros. Se hacía aburrido, cansador, difícil de prestar atención. Ahora resumimos tres partidos en 25 minutos, que es lo que puede atender el jugador y lo vuelve más productivo. El Flaco me marcó. De vez en cuando lo sigo viendo, en la manera de ver el fútbol me cambió. Se sentaba en el borde de la mesa, te empezaba a hablar y querías salir a comerte la cancha. Brindisi también me marcó mucho, me hizo conocer el fútbol español. En Espanyol tuve a Paco Flores. De todos uno saca lo bueno y lo malo, que también te sirve aunque reniegue y se pone mal en el momento termina dejándote una enseñanza.
-Algunos entrenadores dicen que al estar todo tan estudiado, por la televisión, los videos y la tecnología, los partidos salen aburridos.
-Es una cuestión de velocidades, me parece. Encontrar precisión en velocidad es difícil, y ahora se juega muy rápido. Pero el mayor déficit es que no se la damos al compañero. Si vos se la empezás a dar, van a aparecer los espacios y ahí el equipo empieza a jugar bien. No creo que sea por la tecnología, aunque si conocés al contrario podés anticiparte a un montón de cosas y por ahí el partido lo plantean distinto los rivales.
-¿Y cómo es lo de ser ayudante? ¿Cuándo te retiraste ya sabías que querías hacer esto o se fue dando?
-Estuve un par de años viendo qué hacer. Estudié para martillero público, hice un año de carrera. Después, con los tiempos se me fue complicando, lo dejé. Empecé a trabajar en la escuelita de Independiente, la de Boyacá. Estaba encargado del fútbol infantil de ahí. Estuve seis meses, dirigía siete categorías. Pero me saturó, decidí dejar. Como mis hijos van a la misma escuela que los de Dani siempre seguimos en contacto y ahí me invitó a sumarme al proyecto de él, que arrancaba en Arsenal. Me gusta esto eh, estar en una cancha, estar en los detalles.
-¿Te saturaste de qué?
-Me pasaba los sábados todo el día dirigiendo siete partidos seguidos. Terminaba muy tarde, contando camisetas en un vestuario, solo, con dolores de cabeza. Una mamá de los chicos, el primer día, me dijo: “te vas a cansar”. Tenía razón. Pero fue una experiencia muy linda. Cuando volví después de un tiempo, me recibieron con mucho cariño y eso es impagable.
-¿A esa edad ya se ven las presiones?
-Se ve ahí la locura. Algunos chicos me contaban que los padres los presionaban mucho. Yo si veía alguno que andaba angustiado le decía: si la primera que agarrás no tirás un caño, te saco. Trataba de que se diviertan, estaban en edad de eso. Una vez sola no puse un chico porque me agarró el espíritu del resultado. Y esa noche no pude dormir. Le dije al nene que no iba a entrar porque el equipo estaba bien, y después me sentí tan mal. A esa edad los chicos se tienen que divertir, no hay que perder el foco de lo que se está haciendo que es formar.
-Desde jugador que se te distinguía por ser un tipo tranquilo, que no se comía eso de la presión.
-Yo jugaba como si estuviera en el barrio. Después, con los años, me dí cuenta que estaba jugando por la plata de mis compañeros, por el prestigio y todo eso. Pero yo jugaba así, no me daba cuenta. Por suerte tengo una gran familia que me deja desarrollarme muy bien en mi trabajo. Estuve un año en San Juan y nunca me hicieron sentir lo que nos extrañábamos. Eso es importante.
-Y viviste en Barcelona, también. ¿Cómo fue eso?
-Un placer, una ciudad donde todo se te facilita, donde cualquiera querría vivir. El primer mundo real, no el que nos querían hacer creer. Porque me acuerdo que en esa época estaba Méndez acá –se refiere a Carlos Saúl, presidente entre 1989 y 1999- y decía que esto era el primer mundo. Pero si vos querés tener buena salud y buena educación acá la tenés que pagar. Las cosas no te vuelven del mismo modo que uno contribuye al país.
-Además en lo deportivo también era primer mundo.
-Sí, yo no me daba cuenta. Pero tuve una suerte bárbara. El otro día uno de los chicos me preguntó cuántos goles hice en Primera. Pocos, le dije, pero algunos valieron por varios: le metí un gol al Real Madrid en el Bernabeú. No me creía, porque no conocía mi pasado ni que había jugado en Espanyol. Pero esas cosas me van a quedar para todo la vida. Jugué Copa América, Panamericano, Copa Rey Fahd.
-¿Y qué enseñanzas te dejaron esos privilegios que te dio la pelota?
-A mí me vuelven loco los libros. Cuando estuve ahí, o cuando visito, no dejo de pasar por las librerías y los lugares históricos. Cuanto uno más conoce, mejor. Esas vivencias hoy las puedo transmitir acá en el plantel, o a mis hijos.
-¿Cómo nace esa inquietud por la lectura?
-Con el fútbol, cuando empezás a viajar, empezás a leer. De chico sólo lo hacía para estudiar. Hoy mis mayores gastos son en libros y música. Mis hijos, por suerte, gracias a mi esposa también leen mucho. No tienen tele en la habitación ni en la cocina ni en el comedor. Entonces cuando se van a dormir es con un libro, y eso ayuda a su educación.
-¿Qué leés?
-Ahora estoy leyendo una biografía de Abraham Lincoln. Trato de mechar, pero me gustan mucho las biografías. Tengo de todo, según las épocas. Isabel Allende me gusta mucho también.
-¿Por qué nos sorprende que un futbolista lea?
-No se. Creo que se enganchan más con la tecnología, acá los veo con el i-Pad, los jueguitos. Cuando veo que hay algo que le puede llamar la atención a algún jugador le digo, mirá, fijate esto que leí en tal lado. Hay un libro que quiero conseguir que recomendó Guardiola, de David Trueba, Saber perder. Pero acá los chicos no se copan mucho. Tenemos pocos viajes además. En San Juan, por ejemplo, había más viajes en micros y tratábamos de aprovecharlo más.
-En San Martín cuentan que el día que jugaron la Promoción con Gimnasia iban todos nerviosos en el micro y vos estabas leyendo, en la tuya.
-Sí. Me gusta aislarme antes y después del partido, tener la cabeza en otro lado. Me cuesta un rato, pero trato de desenchufarme, de relajar. Se vive demasiado intensamente todo esto, los tiempos sobre bravos, las exigencias son muchísimas.

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