Cerca de la frontera con Paraguay y Argentina, el municipio más grande de Bolivia se convierte en la primera autonomía indígena del mundo reconocida por el Estado
Un poste pintado anuncia la autonomía en la plaza central de Charagua.
Charagua no parece muy diferente del resto de pueblos del oriente boliviano: calles de tierra con una gran plaza rectangular en el centro, arbolada, con un quiosco de música, alguna vaca pastando y una iglesia blanca en uno de sus lados. Al otro, una placa de metal en un edificio anuncia la sede del gobierno municipal, aunque eso ya no sea verdad porque esta zona del Chaco boliviano, cerca de la frontera con Paraguay y Argentina, es desde enero de 2017 la Autonomía Guaraní Charagua Iyambae. Es la primera autonomía indígena en el mundo reconocida como administración pública. Ya no hay alcalde, ni concejales, ni listas de partidos políticos.
Con casi 72.000 kilómetros cuadrados de superficie (más de dos veces Cataluña) Charagua era el municipio más grande de Bolivia. Cuando se sale de las dos zonas urbanas y se avanza hacia el territorio de las cuatro capitanías guaraníes que lo componen, el paisaje urbano da paso a un terreno más árido propio de una zona donde solo llueve dos meses y las temperaturas superan los 25 grados casi todo el año.
Arnold Molina conduce una pick-up por la carretera de tierra, mientras escucha los éxitos veraniegos de reguetón. Viste vaqueros y una camisa con logotipo de marca y alterna el guaraní y el castellano en función de con quién habla. Arnold forma parte del órgano ejecutivo del nuevo gobierno, en guaraní Tëtarembioukai Reta¸ un espacio formado por siete miembros, uno por cada uno de los dos núcleos urbanos y las cuatro capitanías y un coordinador. Como él mismo lo define, su función consiste en “ejecutar todas las necesidades que vienen desde las comunidades”. Cuenta que trabajan en pequeños proyectos, como garantizar que el desayuno escolar se haga con productos locales. Los representantes tienen que rendir siempre cuentas a sus asambleas comunales y estas les pueden revocar.
Puente entre la base y el poder
El Ñemboati Guasu se concibe como un puente entre la organización de base y los órganos ejecutivo y legislativo
La música del vehículo la pone Marianela Baldelomar, una joven de 25 años que también es autoridad desde el año pasado. Forma parte del Ñemboati Guasu, un órgano deliberativo que constituye la principal innovación en el nuevo esquema democrático de Charagua. Se considera la máxima instancia de decisión y se concibe como un puente entre la organización de base y los órganos ejecutivo y legislativo.
Ella fue una de las voces que apoyó la autonomía en el territorio más reacio y el que mostró mayor oposición, Charagua Pueblo. Y eso que, de padre charagüeño y madre del occidente de Bolivia, no tiene raíces guaraníes. Alrededor del 60% de la población del territorio es guaraní, el cuarto pueblo indígena de Bolivia, con alrededor de 60.000 personas mayores de 15 años (datos de 2012).
A la autonomía se opusieron desde el principio los grupos de poder de los núcleos urbanos, en general más acomodados que los habitantes de las comunidades, pero menos numerosos. La mayoría de la población es rural y pobre. En Charagua, el 89% de sus 38.000 habitantes vive en comunidades rurales, según las cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE). Siete de cada diez personas vivían bajo el umbral de la pobreza en 2012, cuando se publicó el último censo que desglosa datos por municipio. Entonces, en todo el país esa cifra era del 44,9%.
Una región profundamente agrícola
En el órgano legislativo y en la asamblea deliberativa se da la paridad, en el ejecutivo sólo hay una mujer de siete miembros
Charagua está compuesto por 137 comunidades, separadas por caminos de tierra y pobladas con casas de adobe y algunas blancas de cemento construidas tras unas fuertes inundaciones hace unos años. Sus habitantes se dedican a la agricultura y la ganadería: sobre todo siembran maíz, sorgo, arroz y frutales en un territorio moderadamente seco, cálido durante el día, pero también vulnerable a las heladas en invierno.
Bolivia recoge en su Constitución el derecho a consulta para que las comunidades indígenas decidan sobre los proyectos que afectan a su territorio, pero aún no está claramente regulado. Parte de la importancia de la autonomía es justamente que se planifique mejor, explica Miguel Suárez, del Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (CIPCA), una ONG boliviana presente en Charagua desde hace décadas.
Trabajan en leyes propias para gestionar una zona con buena presencia de recursos naturales, como calizas para fabricar cemento y proyectos de extracción de gas natural. “Desde la autonomía no se puede coartar el desarrollo, pero hay necesidad de poner un paraguas para que no impacte”, comenta Suárez desde la oficina de la ONG.
En el día a día de Charagua, hay quebraderos de cabeza más mundanos, como que una helada haya echado a perder casi todos los cultivos. Ángel Sampaquiri desborda un canal de agua para regar sus cultivos de yuca, sorgo y maíz. Por la mañana pastorea a las ovejas y cuida su pequeño terreno hasta que se pone el sol. “Nosotros los guaraníes cultivamos con las manos”, dice orgulloso, revelando una mezcla de tradición y falta de recursos. “No tenemos para tractor”, confiesa.
El problema en Charagua, y sobre todo en Parapitihuasu, la capitanía donde trabaja Sampaquiri y la más extensa, no es la falta de tierras. Los habitantes pueden cultivar todo lo que quieran, o, mejor dicho, todo lo que puedan, porque las tierras son comunitarias, como explica Wilder Moza, ingeniero agrónomo y encargado del trabajo de desarrollo productivoen Charagua con CIPCA. Se trata de fijar la población y tratar de evitar el trabajo estacional en actividades como la zafra de la caña de azúcar o con las empresas petroleras, “que no es muy sostenible como modo de vida”, asegura.
La autonomía, un largo proceso
La transición a la autonomía comenzó oficialmente en 2009 cuando, después de aprobarse la nueva constitución boliviana, el sí se impuso en un referéndum para iniciar el proceso. La consulta es solo el primer paso para que un municipio pueda convertirse en autonomía indígena, explica José Luis Exeni, vocal del Tribunal Supremo Electoral de Bolivia. A continuación, ha de elegirse una asamblea para redactar un estatuto, el texto lo debe aprobar el Tribunal Constitucional, después debe someterse a un segundo referéndum en el territorio y, finalmente, deben elegirse las autoridades. En Charagua, les llevó siete años.
En la práctica, sostiene Exeni, existen problemas administrativos porque “el sistema estatal de gestión está pensado para un gobierno municipal, no para un gobierno indígena”. Por ejemplo, durante los cuatro primeros meses de gobierno un simple problema burocrático impidió que se pudiera ejecutar el presupuesto: el banco no reconocía el nuevo nombre de la autonomía y no daba autorizaciones a los administradores.
El estatuto charagüeño impone criterios de igualdad de género para elegir las autoridades que no son propios de la política guaraní. En el órgano legislativo y en la asamblea deliberativa se da la paridad, con 6 mujeres de 12 y 12 de 27. Sin embargo, en el ejecutivo solo hay una mujer de siete miembros, porque cada zona elige a un único representante. Ella es Delcy Medina. Ama de casa hasta ser elegida a finales de 2016, dejó de estudiar a los 15 años. “Mi universidad fue la asamblea”, asegura ella, que ha sido dirigente guaraní desde hace más de 10 años. Su marido trabaja para las petroleras que operan en la región del Chaco, donde se encuentran los principales yacimientos de gas natural de Bolivia, su principal exportación.
La ejecutiva destaca que su equipo es paritario por iniciativa suya, con cuatro mujeres y cuatro varones, y sostiene que las mujeres conocen mejor las necesidades del territorio. “Me gustaría que algún día haya una presidenta de la nación guaraní”, señala.
El alcalde que ya no es alcalde
“La importancia y el valor que tienen de poder ser el primer gobierno indígena para nosotros es fundamental, pero seguimos recibiendo los mismos recursos”, dice Belarmino Solano, coordinador del Ejecutivo o Tëtarembioukai Reta Imborika (TRI). Él es lo más parecido al alcalde que hay bajo el nuevo sistema: tanto es así que fue electo alcalde en 2015, bajo las siglas oficialistas del Movimiento al Socialismo (MAS) pero con un acuerdo de culminar la transición a la autonomía durante su mandato. Sin embargo, sus actuales funciones y el personal a su disposición han mermado. Ya no es responsable de la ejecución presupuestaria, que queda descentralizada en los seis ejecutivos, y sus principales funciones son la representación del gobierno autónomo ante otros niveles de gobierno, ONG e instituciones de todo tipo. El continuismo de su figura ha sido una forma de buscar estabilidad y hacer una transición ordenada.
Un año después de que desapareciese el municipio de Charagua, aún queda un largo camino por recorrer, desde conseguir recursos para mejorar la vida de las comunidades más marginadas hasta desarrollar nuevas normas en un experimento de gobierno único en el mundo. Pero Charagua Iyambae emerge en un rincón de Bolivia como un hito en la historia indígena, 30 años después de que se fundara la Asamblea del Pueblo Guaraní para defender las formas de organización y el acceso a la tierra de un pueblo guerrero, pero golpeado.
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