Existen profundas diferencias entre la manera en que la sociedad moderna occidental, capitalista y los Pueblos Naciones Originarios nos relacionamos con la Naturaleza. En el primer caso, la Naturaleza ha sido vista como algo externo y separado de las personas, posicionándose a las personas, sus ciudades y su “civilización” por un lado y a la Naturaleza por otro. La Naturaleza fue transformada así en un objeto o una fuerza que era necesaria conocer a través de la ciencia positiva, para así poder controlar, o al menos predecir su comportamiento, y sacar provecho de ella. Desde la perspectiva de la modernidad occidental, la Naturaleza es una fuente de recursos necesarios para sostener el sistema en funcionamiento y, simultáneamente, generar cuantiosas ganancias. En este contexto, el término que caracteriza la relación entre los humanos y la Naturaleza es el de explotación. La Naturaleza es algo que se explota ilimitadamente a fin de obtener sus variados recursos y, de este modo, beneficios monetarios para las arcas de algunos pocos. Esta idea y este sistema nos han llevado a una crisis ecológica sin precedentes en la historia de la humanidad, la cual muchos se niegan a ver. ¡La Madre Tierra está exhausta y se manifiesta!
Los Pueblos Originarios consideramos que no hay una separación entre las personas y su entorno natural. Lo que existe es una totalidad territorial en la que conviven personas y una variedad de entidades y fuerzas no-humanas, entre las que se incluyen la Madre Tierra (Pachamama, Mapu, Paata Hoyri, Mapu, etc.), las montañas tutelares, los árboles, los animales, el guardián del río, el guardián del bosque, los ancestros, entre otros. Cada una de estas fuerzas animadas debe ser tratada con respeto, cuidado y afecto ya que contribuye con la dinámica del territorio y aporta sus bienes para el desarrollo de la vida humana. Los Pueblos Originarios siempre hemos sido considerados con los otros seres con los que convivimos en el territorio y que la sociedad moderna occidental generaliza como Naturaleza. Estos seres no son considerados objetos a disposición de las comunidades indígenas y sus necesidades, sino que son vistos como sujetos de derecho con los cuales se debe mantener una relación armónica y de respeto. Es por ello que ofrendamos, agradecemos y pedimos permiso para obtener algo del territorio, ya sea leña para calentarnos o para cocinar, sedimento para confeccionar ladrillos de adobe, una planta medicinal en las alturas de los cerros o agua para nuestros campos de cultivo. A diferencia de la relación de explotación que el sistema capitalista ha entablado con la Naturaleza, los Pueblos Originarios hemos desarrollado ancestralmente una relación de reciprocidad con el entorno natural en el que habitamos o, desde nuestra cosmovisión, con las fuerzas no-humanas que residen en los territorios y que son nuestras benefactoras. Para obtener se debe dar. Para sacar se debe pedir. Para disfrutar se debe agradecer.
Nuestra búsqueda siempre ha sido el equilibrio y la armonía del territorio, y nunca la explotación desmedida. Es este el principio de Buen Vivir que reivindicamos los Pueblos Originarios: proyecto colectivo y solidario de conexión con la Naturaleza a fin de mantener el fluir armónico de la energía vital del territorio y alcanzar el beneficio de todos, humanos y no-humanos, y no el de unos pocos. Para convivir bien y no para vivir unos mejor que los otros, o en detrimento de los otros, ya sea otras comunidades humanas o nuestra Madre Tierra. Es por esto que desde el Buen Vivir los Pueblos Originarios rechazamos la visión utilitarista dominante de la Naturaleza como subordinada al humano y como una entidad fragmentada y reducida a recursos naturales, y proponemos una ética basada en el respeto, cuidado, armonía, complementariedad y reciprocidad como principios que guíen nuestra relación con la Madre Tierra. Sólo así lograremos el bienestar colectivo.
Tod@s los/las Pueblos Naciones Originarias en América hemos construido sistemas productivos propios, de acuerdo a los mandatos filosóficos y a una propia cosmovisión, en una relación territorial armónica, recíproca y comunitaria con el territorio que se habita, donde tiempo y espacio se unifican para la siembra, cosecha y acopio. Desarrollando sistemas diversificados de cultivo mediante el aprovechamiento de los suelos, terrazas o subsuelos. El acto de sembrar y cosechar, así como también el de cazar o pastorear, está ligado a una relación espiritual que se nutre de conocimientos y saberes milenarios.
Hoy nuestras actividades están vivas en cada territorio, con las distintas formas de preparación del suelo, nutrición, siembra, cultivo, raleo, la actividad de trashumancia y reposo de un determinado espacio en época de verano a otoño donde cada familia lleva adelante la práctica de la medicina, la cosecha y la recolección de frutos, que son alimento para el cuerpo y el espíritu, ofrecidos también para la celebración de cada ciclo agrícola. Esto es lo que nos distingue y nos da identidad como Pueblos Naciones preexistentes a los Estados.
El proceso de producción es colectivo, es comunal, y parte de acuerdos entre quienes mayor conocimiento tienen sobre los frutos o semillas y sus diferentes usos, y tienen la capacidad de identificar y disponer si estos frutos o semillas serán empleados para el alimento, la resiembra o el almacenamiento en periodos largos, o si serán orientados al uso ceremonial. Los frutos adquieren importancia alimentaria comunal y sagrada, pues se ofrendan a los protectores de cada elemento natural, en cada sitio, para el equilibrio corporal, emocional, mental y espiritual de las familias en el territorio.
La capacidad de producir, almacenar e intercambiar semillas propias para mejorar la alimentación y nutrición de nuestra gente está asociada al concepto de Buen Vivir, el cual se nutre de principios y normas propias que provienen del territorio. Estos principios y normas están indicadas para no enfermar el territorio o a las personas; es decir, para no entrar en desequilibrio ni con el territorio, ni con la familia, ni con la comunidad, ni con el pueblo. Nuestra medicina vive en el territorio, por lo tanto, parte del proceso de sanación o alivio de los padecimientos de las personas se relaciona proporcionalmente con el tipo de alimentación que provee el territorio. Es necesario que las semillas sean patrimonio colectivo y no de las grandes multinacionales y/o laboratorios, entendiendo a la semilla como un bien cultural y de soberanía alimentaria para los pueblos.
Es necesario que el Estado y sus gobiernos apliquen de manera inmediata y responsable el Derecho Indígena para la restitución de lo nuestro en los términos establecidos por la Constitución Nacional y el Convenio 169 OIT. En cumplimiento del marco de Derecho Indígena vigente, el Estado y sus gobiernos deben garantizar:
1. nuestra participación en la gestión de todo aquello que nos afecte directa e indirectamente,
2. el acceso a territorios aptos y suficientes para el Buen Vivir de los Pueblos Originarios,
3. la protección y resguardo de nuestros bosques, nuestras vertientes y ríos, nuestros cerros y salares, nuestro alimento y nuestra medicina; y, por sobre todas las cosas,
4. la restitución, posesión y propiedad comunitaria de nuestros espacios territoriales ancestrales y vitales, espacios que nos garantizan poder continuar desarrollando nuestras prácticas ancestrales y sustentables en el tiempo.
Nuestra madre tierra nos habla desgarradoramente. Este alarido debe despertar conciencias, movilizar espíritus y convocarnos colectivamente para construir juntos nuevos paradigmas de vida. En estos tiempos de caos que Occidente nos impone, es necesario caminar hacia un mundo de equidad, de hermandad y respeto por cada elemento de la naturaleza, conviviendo recíproca y complementariamente. En estos tiempos de pandemias, crisis social, política y económica que desmoronan los paradigmas impuestos por el mundo occidental, tenemos la oportunidad de frenar el saqueo, la contaminación y la explotación territorial, retomando caminos y legados ancestrales, para retornar a tiempos de libertad, de paz y de Buen Vivir, promoviendo el infinito circular de las vidas.
Desde lo más profundo de nuestras sabidurías y filosofías de vida, seremos nuevamente los Pueblos Originarios los guardianes de la vida planetaria, los responsables del resguardo de nuestra Madre Naturaleza y los únicos garantes de cada lucha colectiva en defensa del Territorio y del Buen Vivir en este mundo.
Juntos por Memoria, Identidad y Territorio
¡Restitución de nuestros Territorios!
¡Consulta Libre, Previa e Informada!
¡Ley de Propiedad Comunitaria Indígena!
¡El Agua es Vida! Protección de nuestros humedales, lagunas, lagos y ríos.
Fortalecimiento de los usos ancestrales de las semillas frente a las pandemias.
Delimitar Territorios del Buen Vivir, libres de transgénicos y agrotóxicos.
encuentropueblosoriginarios@yahoo.com.ar
http://enotpo.blogspot.com/2020/06/hacia-el-buen-vivir.html
PUBLICADO EN REVISTA IMPRESIONES: https://drive.google.com/file/d/12H4vkUU8muP931ZkJm_9T4ay3TjHRC8S/view
Revista de la editorial de la imprenta del Congreso de la Nación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario